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[Footnote 1: la Primada =:'the primatical church.' Here the cathedral of Seville.]
[Footnote 2: que santa gloria haya. In speaking of one who has died, it is customary in Spain to express some similar hope for the welfare of his soul. Notice the use of haya instead of tenga, although possession is indicated.]
[Footnote 3: la calle de Chicarreros. A street in Seville connecting the Plaza de San Francisco and the Calle de Francos. It was famous at this time for its jewelry-shops.]
[Footnote 4: la Sagrada Forma = 'the consecrated host.' It is at the moment of the elevation of the host that the miracle of transubstantiation is believed by the Roman Catholic Church to take place. See p. 106, 1. 4.]
En fin, ?para que tengo de ponderarle lo que esta noche oira? baste el ver como todo lo mas florido de Sevilla, hasta el mismo senor arzobispo, vienen a un humilde convento para escucharle; y no se crea que solo la gente sabida y a la que se le alcanza esto de la solfa conocen su merito, sino que hasta el populacho. Todas esas bandadas que veis llegar con teas encendidas entonando villancicos con gritos desaforados al compas de los panderos, las sonajas y las zambombas, contra su costumbre, que es la de alborotar las iglesias, callan como muertos cuando pone maese Perez las manos en el organo... y cuando alzan ... no se siente una mosca ... de todos los ojos caen lagrimones tamanos, y al concluir se oye como un suspiro inmenso, que no es otra cosa que la respiracion de los circunstantes contenida mientras dura la musica.... Pero vamos, vamos, ya han dejado de tocar las campanas, y va a comenzar la Misa; vamos adentro....
Para todo el mundo es esta noche Noche-Buena,[1] pero para nadie mejor que para nosotros.
[Footnote 1: Noche-Buena = 'Christmas eve.' It is impossible to render in English the play upon the words Buena and mejor.]
Esto diciendo, la buena mujer que habia servido de cicerone a su vecina, atraveso el atrio del convento de Santa Ines,[1] y codazo en este, empujon en aquel, se interno en el templo, perdiendose entre la muchedumbre que se agolpaba en la puerta.
[Footnote 1: Santa Ines. See p. 94, note 3.]
II
La iglesia estaba iluminada con una profusion asombrosa. El torrente de luz que se desprendia de los altares para llenar sus ambitos, chispeaba en los ricos joyeles de las damas que, arrodillandose sobre los cojines de terciopelo que tendian los pajes y tomando el libro de oraciones de manos de las duenas,[1] vinieron a formar un brillante circulo alrededor de la verja del presbiterio. Junto a aquella verja, de pie, envueltos en sus capas de color galoneadas de oro, dejando entrever con estudiado descuido las encomiendas rojas y verdes, en la una mano el fieltro, cuyas plumas besaban los tapices, la otra sobre los brunidos gavilanes del estoque o acariciando el pomo del cincelado punal, los caballaros veinticuatros,[2] con gran parte de lo mejor de la nobleza sevillana, parecian formar un muro, destinado a defender a sus hijas y sus esposas del contacto de la plebe. Esta, que se agitaba en el fondo de las naves, con un rumor parecido al del mar cuando se alborota, prorrumpie en una aclamacion de jubilo, acompanada del discordante sonido de las sonajas y los panderos, al mirar aparecer al arzobispo, el cual, despues de sentarse junto al altar mayor bajo un solio de grana que rodearon sus familiares, echo por tres veces la bendicion al pueblo.
[Footnote 1: duenas. See p.67, note 1.]
[Footnote 2: veinticuatros. See p. 96, note 4.]
Era la hora de que comenzase la Misa.
Trascurrieron, sin embargo, algunos minutos sin que el celebrante apareciese. La multitud comenzaba a rebullirse, demostrando su impaciencia; los caballeros cambiaban entre si algunas palabras a media voz, y el arzobispo mando a la sacristia uno de sus familiares a inquirir el por que no comenzaba la ceremonia.
—Maese Perez se ha puesto malo, muy malo, y sera imposible que asista esta noche a la Misa de media noche. Esta fue la respuesta del familiar.
La noticia cundio instantaneamente entre la muchedumbre. Pintar el efecto desagradable que causo en to do el mundo, seria cosa imposible; baste decir que comenzo a notarse tal bullicio en el templo, que el asistente se puso de pie y los alguaciles entraron a imponer silencio, confundiendose entre las apinadas olas de la multitud.
En aquelmomento, un hombre mal trazado, seco, huesudo y bisojo por anadidura, se adelanto hasta el sitio que ocupaba el prelado.
—Maese Perez esta enfermo, dijo: la ceremonia no puede empezar. Si quereis, yo tocare el organo en su ausencia; que ni maese Perez es el primer organista del mundo, ni a su muerte dejara de usarse este instrumento por falta de inteligente.... El arzobispo hizo una senal de asentimiento con la cabeza, y ya algunos de los fieles que conocian a aquel personaje extrano por un organista envidioso, enemigo del de Santa Ines, comenzaban a prorrumpir en exclamaciones de disgusto, cuando de improviso se oyo en el atrio un ruido espantoso.
—iMaese Phez esta aqui!... iMaese Perez esta aqui!... A estas voces de los que estaban apinados en la puerta, todo el mundo volvio la cara.
Maese Perez, palido y desencajado, entraba en efecto en la iglesia, conducido en un silon, que todos se disputaban el honor de llevar en sus hombros.
Los preceptos de los doctores, las lagrimas de su hija, nada habia sido bastante a detenerle en el lecho.
—No, habia dicho; esta es la ultima, lo conozco, lo conozco, y no quiero morir sin visitar mi organo, y esta noche sobre todo, la Noche-Buena. Vamos, lo quiero, lo mando; vamos a la iglesia.
Sus deseos se habian cumplido; los concurrentes le subieron en brazos a la tribuna, y comenzo la Misa.
En aquel punto sonaban las doce en el reloj de la catedral.
Paso el introito[1] y el Evangelio[2] y el ofertorio,[3] y llego el instante solemne en que el sacerdote, despues de haberla consagrado, toma con la extremidad de sus dedos la Sagrada Forma y comienza a elevarla.
[Footnote 1: introito. "In the ancient Church a psalm was sung or chanted immediately before the Collect, Epistle, and Gospel. As this took place while the priest was entering within the septum or rails of the altar, it acquired the name of Introitus or Introit." Walter F. Hook, Church Dict., London, Murray, 1887, p. 407.]
[Footnote 2: Evangelio = Gospel.' "The First Council of Orange in 441, and that of Valentia in Spain, ordered the Gospel to be read after the Epistle and before the offertory." Addis and Arnold, 'Catholic Dict., London, 1884, p. 380.]
[Footnote 3: ofertorio. The offertory or "service of song while the oblations were collected and received is of ancient date. St. Augustine speaks of the singing of hymns at the oblation." Walter F. Hook, Church Dict., p. 540. The offertory is said immediately after the Creed, and before the Preface and Sanctus.]
Una nube de incienso que se desenvolvia en ondas azuladas lleno el ambito de la iglesia; las campanillas repicaron con un sonido vibrante, y maese Perez puso sus crispadas manos sobre las teclas del organo.
Las cien voces de sus tubos de metal resonaron en un acorde majestuoso y prolongado, que se perdio poco a poco, como si una rafaga de aire hubiese arrebatado sus ultimos ecos.
A este primer acorde, que parecia una voz que se elevaba desde la tierra al cielo, respondio otro lejano y suave que fue creciendo, creciendo hasta convertirse en un torrente de atronadora armonia.
Era la voz de los angeles, que atravesando los espacios, llegaba al mundo.
Despues comenzaron a oirse como unos himnos distantes que entonaban las jerarquias de serafines; mil himnos a la vez, que al confundirse formaban uno solo, que, no obstante, era no mas el acompanamiento de una extrana melodia, que parecia flotar sobre aquel oceano de misteriosos ecos, como un jiron de niebla sobre las olas del mar.
Luego fueron perdiendose unos cantos, despues otros; la combinacion se simplificaba. Ya no eran mas que dos voces, cuyos ecos se confundian entre si; luego quedo una aislada, sosteniendo una nota brillante como un hilo de luz.... El sacerdote inclino la frente, y por encima de su cabeza cana y como a traves de una gasa azul que fingia el humo del incienso, aparecio la Hostia a los ojos de los fieles. En aquel instante la nota que maese Perez sostenia trinando, se abrio, se abrio, y una explosion de armonia gigante estremecio la iglesia, en cuyos angulos zumbaba el aire comprimido, y cuyos vidrios de colores se estremecian en sus angostos ajimeces.
De cada una de las notas que formaban aquel magnifico acorde, se desarrollo un tema; y unos cerca, otros lejos, estos brillantes, aquellos sordos, diriase que las aguas y los pajaros, las brisas y las frondas, los hombres y los angeles, la tierra y los cielos, cantaban cada cual en su idioma un himno al nacimiento del Salvador.
La multitud escuchaba atonita y suspendida. En todos los ojos habia una lagrima, en todos los espiritus un profundo recogimiento.
El sacerdote que oficiaba sentia temblar sus manos, porque Aquel que levantaba en ellas, Aquel a quien saludaban hombres y arcangeles era su Dios; era su Dios, y le parecia haber visto abrirse los cielos y trasfigurarse la Hostia.[1]
[Footnote 1: trasfigurarse la Hostia. See p. 101, note 2.]
El organo proseguia sonando; pero sus voces se apagaban gradualmente, como una voz que se pierde de eco en eco, y se aleja, y se debilita al alejarse, cuando de pronto sono un grito en la tribuna, un grito desgarrador, agudo, un grito de mujer.
El organo exhalo un sonido discorde y extrano, semejante a un sollozo, y quedo mudo.
La multitud se agolpo a la escalera de la tribuna, hacia la que, arrancados de su extasis religiose, volvieron la mirada con ansiedad todos los fieles.
—?Que ha sucedido? ?que pasa? se decian unos a otros, y nadie sabia responder, y todos se empenaban en adivinarlo, y crecia la confusion, y el alboroto comenzaba a subir de punto, amenazando turbar el orden y el recogimiento propios de la iglesia.
—?Que ha sido eso? preguntaban las damas al asistente, que, precedido de los ministriles, fue uno de los primeros a subir a la tribuna, y que, palido y con muestras de profundo pesar, se dirigia al puesto en donde le esperaba el arzobispo, ansioso, como todos, por saber la causa de aquel desorden.
—?Que hay?
—Que maese Perez acaba de morir.
En efecto, cuando los primeros fieles, despues de atropellarse por la escalera, llegaron a la tribuna, vieron—al pobre organista caido de boca sobre las teclas de su viejo instrumento, que aun vibraba sordamente, mientras su hija, arrodillada a sus pies, le llamaba en vano entre suspiros y sollozos.
III
—Buenas noches, mi senora dona Baltasara; ?tambien usarced[1] viene esta noche a la Misa del Gallo? Por mi parte tenia hecha intencion de irla a oir a la parroquia; pero lo que sucede... ?Donde va Vicente? Donde va la gente.[2] Y eso que, si he de decir la verdad, desde que murio maese Perez, parece que me echan una losa sobre el corazon cuando entro en Santa Ines... iPobrecito! iEra un santo!... Yo de mi se decir, que conservo un pedazo de su jubon como una reliquia, y lo merece... pues en Dios y en mi anima, que si el senor arzobispo tomara mano en ello, es seguro que nuestros nietos le verian en los altares.[3] ... Mas icomo ha de ser!... A muertos y a idos, no hay amigos.[4] ... Ahora lo que priva es la novedad... ya me entiende usarced. iQue! ?No sabe nada de lo que pasa? Verdad que nosotras nos parecemos en eso; de nuestra casita a la iglesia, y de la iglesia a nuestra casita, sin cuidarnos de lo que se dice o dejase de decir... solo que yo, asi... al vuelo... una palabra de aca, otra de aculla... sin ganas de enterarme siquiera, suelo estar al corriente de algunas novedades.... Pues, si senor; parece cosa hecha que el organista de San Roman,[5] aquel bisojo, que siempre esta echando pestes de los otros organistas; aquel perdulariote, que mas parece jifero de la puerta de la Carne[6] que maestro de solfa, va a tocar esta Noche-Buena en lugar de maese Perez. Ya sabra usarced, porque esto lo ha sabido todo el mundo y es cosa publica en Sevilla, que nadie queria comprometerse a hacerlo. Ni aun su hija que es profesora, y despues de la muerte de su padre entro en el convento de novicia. Y era natural: acostumbrados a oir aquellas maravillas, cualquiera otra cosa habia de parecernos mala, por mas que quisieran evitarse las comparaciones. Pues cuando ya la comunidad habra decidido que, en honor del difunto y como muestra de respeto a su memoria, permaneceria callado el organo en esta noche, hate aqui que se presenta nuestro hombre, diciendo que el se atreve a tocarlo.... No hay nada mas atrevido que la ignorancia.... Cierto que la culpa no es suya, sino de los que le consienten esta profanacion... pero, asi va el mundo... y digo, no es cosa la gente que acude...[7] cualquiera diria que nada ha cambiado desde un ano a otro. Los mismos personajes, el mismo lujo, los mismos empellones en la puerta, la misma animacion en el atrio, la misma multitud en el templo... iAy, si levantara la cabeza el muerto! se volvia[8] a morir por no oir su organo tocado por manos semejantes. Lo que tiene que,[9] si es verdad lo que me han dicho las gentes del barrio, le preparan una buena al intruso. Cuando llegue el momento de poner la mano sobre las teclas, va a comenzar una algarabia de sonajas, panderos, y zambombas, que no haya mas que oir... pero icalle! ya entra en la iglesia el heroe de la funcion. iJesus, que ropilla de colorines, que gorguera de canutos, que aires de personaje! Vamos, vamos, que ya hace rato que llego el arzobispo, y va a comenzar la misa... vamos, que me parece que esta noche va a darnos que contar para muchos dias.
[Footnote 1: usarced. Contraction of vues(tr)a merced, 'your grace.']
[Footnote 2: ?Donde va Vicente? Donde va la gente. See vocabulary. Note the two senses in which the adverb of place, donde, is used.]
[Footnote 3: en los altares. That is to say canonized.]
[Footnote 4: A muertos y a idos, no hay amigos = 'The dead and departed have no friends (or are soon forgotten)'.]
[Footnote 5: San Roman. A church, originally a mosque, situated in the northern part of Seville, on the Plaza de San Roman. It was reconstructed by D. Pedro I. Its facade is very plain, the chief decorative features being an ogival doorway in the center and a window of similar form to the right. It contains some fine statuary by Montanes. The fifteenth-century painter Juan Sanchez de Castro is buried here.]
[Footnote 6: la puerta de la Carne. One of the ancient gates of Seville, situated in the north wall near the Matadero ('slaughter-house'). Hence its name. It was once called the Puerta Judia. But little remains now of the old walls of Seville, which had a circumference of upwards of ten miles, and were pierced by fifteen gates and strengthened by one hundred and sixty-six towers.]
[Footnote 7: no es cosa la gente que acude = 'the crowd in attendance is not small' or 'what a lot of persons have come!' The expression no es cosa is used familiarly in the sense of es mucha.]
[Footnote 8: volvia. A Common use of the imperfect indicative instead of the conditional.]
[Footnote 9: Lo que tiene que = 'the fact is.']
Esto diciendo la buena mujer, que ya conocen nuestros lectores por sus exabruptos de locuacidad, penetro en Santa Ines, abriendose segun costumbre, un camino entre la multitud a fuerza de empellones y codazos.
Ya se habia dado principio a la ceremonia.
El templo estaba tan brillante como el ano anterior.
El nuevo organista, despues de atravesar por en medio de los fieles que ocupaban las naves para ir a besar el anillo del prelado, habia subido a la tribuna, donde tocaba unos tras otros los registros del organo; con una gravedad tan afectada como ridicula.
Entre la gente menuda que se apinaba a los pies de la iglesia, se oia un rumor sordo y confuso, cierto presagio de que la tempestad comenzaba a fraguarse y no tardaria mucho en dejarse sentir.
—Es un truhan, que por no hacer nada bien, ni aun mira a derechas, decian los unos.
—Es un ignoranton, que despues de haber puesto el organo de su parroquia peor que una carraca, viene a profanar el de maese Perez, decian los otros.
Y mientras este se desembarazaba del capote para prepararse a darle de firme a su pandero, y aquel apercibia sus sonajas, y todos se disponian a hacer bulla a mas y mejor, solo alguno que otro se aventuraba a defender tibiamente al extrano personaje, cuyo porte orgulloso y pedantesco hacia tan notable contraposicion con la modesta apariencia y la afable bondad del difunto maese Perez.
Al fin llego el esperado momento, el momento solemne en que el sacerdote, despues de inclinarse y murmurar algunas palabras santas, tomo la Hostia en sus manos.... Las campanillas repicaron, semejando su repique una lluvia de notas de cristal; se elevaron las diafanas ondas del incienso, y sono el organo.
Una estruendosa algarabia lleno los ambitos de la iglesia en aquel instante y ahogo su primer acorde.
Zamponas, gaitas, sonajas, panderos, todos los instrumentos del populacho, alzaron sus discordantes voces a la vez; pero la confusion y el estrepito solo duro algunos segundos. Todos a la vez como habian comenzado, enmudecieron de pronto.
El segundo acorde, amplio, valiente, magnifico, se sostenia aun brotando de los tubos de metal del organo, como una cascada de armonia inagotable y sonora.
Cantos celestes como los que acarician 'los oidos en los momentos de extasis; cantos que percibe el espiritu y no los puede repetir el labio; notas sueltas de una melodia lejana, que suenan a intervalos, traidas en las rafagas del viento, rumor de hojas que se besan en los arboles con un murmullo semejante al de la lluvia, trinos de alondras que se levantan gorjeando de entre las flores como una saeta despedida a las nubes; estruendo sin nombre, imponente como los rugidos de una tempestad; coro de serafines sin ritmos ni cadencia, ignota musica del cielo que solo la imaginacion comprende; himnos alados, que parecian remontarse al trono del Senor como una tromba de luz y de sonidos... todo lo expresaban las cien voces del organo, con mas pujanza, con mas misteriosa poesia, con mas fantastico color que los habian expresado nunca .....
Cuando el organista bajo de la tribuna, la muchedumbre que se agolpo a la escalera fue tanta, y tanto su afan por verle y admirarle, que el asistente temiendo, no sin razon, que le ahogaran entre todos, mando a algunos de sus ministriles para que, vara en mano, le fueran abriendo camino hasta llegar al altar mayor, donde el prelado le esperaba.
—Ya veis, le dijo este ultimo cuando le trajeron a su presencia; vengo desde mi palacio aqui solo por escucharos. ?Sereis tan cruel como maese Perez, que nunca quiso excusarme el viaje, tocando la Noche-Buena en la Misa de la catedral?
—El ano que viene, respondio el organista, prometo daros gusto, pues por todo el oro de la tierra no volveria a tocar este organo.
—?Y por que? interrumpio el prelado.
—Porque... anadio el organista, procurando dominar la emocion que se revelaba en la palidez de su rostro; porque es viejo y malo, y no puede expresar todo lo que se quiere. El arzobispo se retiro, seguido de sus familiares. Unas tras otras, las literas de los senores fueron desfilando y perdiendose en las revueltas[1] de las calles vecinas; los grupos del atrio se disolvieron, dispersandose los fieles en distintas direcciones; y ya la demandadera se disponia a cerrar las puertas de la entrada del atrio, cuando se divisaban aun dos mujeres que, despues de persignarse y murmurar una oracion ante el retablo del arco de San Felipe,[2] prosiguieron su camino, internandose en el callejon de las Duenas.[3]
[Footnote 1: revueltas= 'turns.' The streets of Seville are many of them crooked like those of Toledo and other Moorish cities in Spain.]
[Footnote 2: San Felipe. See p.95, note 4.]
[Footnote 3: el callejon de las Duenas. See p.98, note 1.]
—?Que quiere usarced? mi senora dona Baltasara, decia la una, yo soy de este genial. Cada loco con su tema.... Me lo habian de asegurar capuchinos[1] descalzos y no lo creeria del todo.... Ese hombre no puede haber tocado lo que acabamos de escuchar.... Si yo lo he oido mil veces en San Bartolome,[2] que era su parroquia, y de donde tuvo que echarle el senor cura por malo, y era cosa de taparse los oidos con algodones.... Y luego, si no hay mas que mirarle al rostro, que segun dicen, es el espejo del alma.... Yo me acuerdo, pobrecito, como si lo estuviera viendo, me acuerdo de la cara de maese Perez, cuando en semejante noche como esta bajaba de la tribuna, despues de haber suspendido al auditorio con sus primores.... iQue sonrisa tan bondadosa, que color tan animado!... Era viejo y parecia un angel... no que este ha bajado las escaleras a trompicones, como si le ladrase un perro en la meseta, y con un color de difunto y unas... Vamos, mi senora dona Baltasara, creame usarced, y creame con todas veras... yo sospecho que aqui hay busilis....
[Footnote 1: capuchinos= 'Capuchins.' An order of mendicant friars founded in 1528 by Matteo di Bassi, and named from the pointed capouch or cowl that distinguishes their dress. Honesty, as well as poverty and humility, is supposed to be one of their crowning virtues.]
[Footnote 2: San Bartolome. The church of St. Bartholomew is situated on the Plaza de San Bartolome in the northeastern part of the city. It was built on the site of a Jewish synagogue, after the expulsion of the Jews by the Christian kings of Spain. Its present architecture is Doric and dates only from the eighteenth century.]
Comentando las ultimas palabras, las dos mujeres doblaban la esquina del callejon y desaparecian.
Creemos inutil decir a nuestros lectores quien era una de ellas.
IV
Habia transcurrido un ano mas. La abadesa del convento de Santa Ines y la hija de maese Perez hablaban en voz baja, medio ocultas entre las sombras del coro de la iglesia. El esquilon llamaba a voz herida a los fieles desde la torre, y alguna que otra rara persona atravesaba el atrio silencioso y desierto esta vez, y despues de tomar el agua bendita en la puerta, escogia un puesto en un rincon de las naves, donde unos cuantos vecinos del barrio esperaban tranquilamente que comenzara la Misa del Gallo.
—Ya lo veis, decia la superiora, vuestro temor es sobremanera pueril; nadie hay en el templo; toda Sevilla acude en tropel a la catedral esta noche, Tocad vos el organo y tocadle sin desconfianza de ninguna clase; estaremos en comunidad... pero... proseguis callando sin que cesen vuestros suspiros. ?Que os pasa? ?Que teneis?
—Tengo... miedo, exclamo la joven con un acento profundamente conmovido.
—iMiedo! ?de que?
—No se... de una cosa sobrenatural.... Anoche, mirad, yo os habia oido decir que teniais empeno en que tocase el organo en la Misa, y ufana con esta distincion pense arreglar sus registros y templarle,[1] a fin de que hoy os sorprendiese... Vine al coro... sola... abri la puerta que conduce a la tribuna.... En el reloj de la catedral sonaba en aquel momento una hora... no se cual.... Pero las campanadas eran tristisimas y muchas... muchas... estuvieron sonando todo el tiempo que yo permaneci como clavada en el dintel y aquel tiempo me parecio un siglo.
[Footnote 1: templarle. See p. 66, note 1.]
La iglesia estaba desierta y obscura.... Alla lejos, en el fondo, brillaba como una estrella perdida en el cielo de la noche, una luz moribunda, la luz de la lampara que arde en el altar mayor.... A sus reflejos debilisimos, que solo contribuian a hacer mas visible todo el profundo horror de las sombras, vi... le vi, madre, no lo dudeis, vi un hombre que en silencio y vuelto de espaldas hacia el sitio en que yo estaba, recorria con una mano las teclas del organo, mientras tocaba con la otra a sus registros... y el organo sonaba; pero sonaba de una manera indescriptible. Cada una de sus notas parecia un sollozo ahogado dentro del tubo de metal, que vibraba con el aire comprimido en su hueco, y reproducia el tono sordo, casi imperceptible, pero justo.
Y el reloj, de la catedral continuaba dando la hora, y el hombre aquel proseguia recorriendo las teclas. Yo oia hasta su respiracion.
El horror habia helado la sangre de mis venas; sentia en mi cuerpo como un frio glacial, y en mis sienes fuego.... Entonces quise gritar, pero no pude. El hombre aquel habia vuelto la cara y me habia mirado... digo mal, no me habia mirado, porque era ciego.... iEra mi padre!
—iBah! hermana, desechad esas fantasias con que el enemigo malo[1] procura turbar las imaginaciones debiles.... Rezad un Pater Noster[2] y un Ave Maria[3] al arcangel San Miguel,[4] jefe de las milicias celestiales, para que os asista contra los malos espiritus. Llevad al cuello un escapulario tocado en la reliquia de San Pacomio,[5] abogado contra las tentaciones, y marchad, marchad a ocupar la tribuna del organo; la Misa va a comenzar y ya esperan con impaciencia los fieles.... Vuestro padre esta en el cielo, y desde alli, antes que a daros sustos, bajara a inspirar a su hija en esta ceremonia solemne para el objeto de tan especial devocion.
[Footnote 1: el enemigo malo. That is to say, the devil.]
[Footnote 2: Pater Noster. See p. 33, note 1.]
[Footnote 3: Ave Maria. "A form of devotion used in the Church of Rome, comprising the salutation addressed by the angel Gabriel to the Blessed Virgin Mary. (Luke i. 28.) The words Ave Maria are the first two, in Latin, of the form as it appears in the manuals of the Roman Church, thus: ' Hail Mary (Ave Maria), full of grace, the Lord is with thee, etc.' To which is appended the following petition: 'Holy Mary, mother of God, pray for us sinners now, and in the hour of our death. Amen.'... It was not used before the Hours, until the sixteenth century, in Romish offices." Hook's Church Dict., London, 1887, p. 72. Some say earlier.]
[Footnote 4: San Miguel = 'St. Michael.' "An archangel mentioned in the Bible. He is regarded as the leader of the whole host of angels... He is spoken of five times in the Bible, always [or to be more exact usually as fighting] John mentions him as fighting at the head of the angels against the dragon and his host." Century Dict.]
[Footnote 5: San Pacomio = 'St. Pachomius.' "Born probably in Lower Egypt, about 292: died about 349. One of the founders of monasticism. He established a monastery on the island of Tabenna in the Nile, and was the first thus to collect the monks under one roof and establish strict rules of government for the community." Century Diet.]
La priora fue a ocupar su sillon en el coro en medio de la comunidad. La hija de maese Perez abrio con mano temblorosa la puerta de la tribuna para sentarse en el banquillo del organo, y comenzo la Misa.
Comenzo la Misa, y prosiguio sin que ocurriese nada de notable hasta que llego la consagracion.[1] En aquel momento sono el organo, y al mismo tiempo que el organo un grito de la hija de maese Perez....
[Footnote 1: consagracion = 'consecration.' "The form of words by which the bread and wine in the Mass are changed into Christ's body and blood." Addis and Arnold, Catholic Diet, London, 1884, p. 216. See also p. 101, note 2.]
La superiora, las monjas y algunos de los fieles corrieron a la tribuna.
—iMiradle, miradle! decia la joven fijando sus desencajados ojos en el banquillo, de donde se habia levantado asombrada para agarrarse con sus manos convulsas al barandal de la tribuna.
Todo el mundo fijo sus miradas en aquel punto. El organo estaba solo, y no obstante, el organo seguia sonando ... sonando como solo los arcangeles podrian imitarlo en sus raptos de mistico alborozo...............
—iNo os lo dije yo una y mil veces, mi senora dona Baltasara, no os lo dije yo!... iAqui hay busilis!... Oidlo; que, ?no estuvisteis anoche en la Misa del Gallo? Pero, en fin ya sabreis lo que paso. En toda Sevilla no se habla de otra cosa.... El senor arzobispo esta hecho, y con razon, una furia.... Haber dejado de asistir a Santa Ines; no haber podido presenciar el portento... ?y para que? para oir una cencerrada; porque personas que lo oyeron dicen que lo que hizo el dichoso organista de San Bartolome en la catedral no fue otra cosa.... Si lo decia yo. Eso no puede haberlo tocado el bisojo, mentira ... aqui hay busilis, y el busilis era, en efecto, el alma de maese Perez.
LA CRUZ DEL DIABLO
Que lo creas o no, me importa bien poco. Mi abuelo se lo narro a mi padre; mi padre me lo ha referido a mi, y yo te lo cuento ahora, siquiera no sea mas que por pasar el rato.[1] ***
[Footnote 1: por pasar el rato = 'to while away the time.']
I
El crepusculo comenzaba a extender sus ligeras alas de vapor sobre las pintorescas orillas del Segre,[1] cuando despues de una fatigosa jornada llegamos a Bellver,[2] termino de nuestro viaje.
[Footnote 1: Segre. A river of the province of Lerida in northern Spain. It rises in the Pyrenees, and joins the Ebro twenty-two miles southwest of Lerida. Its chief tributary is the Cinca. Length about 250 miles. See Century Diet.]
[Footnote 2: Bellver. A little town of some 650 inhabitants, situated in the valley of the Segre, in the diocese of Urgel, province of Lerida, Spain. Its situation is very picturesque. It contains an ancient castle.]
Bellver es una pequena poblacion situada a la falda de una colina, por detras de la cual se ven elevarse, como las gradas de un colosal anfiteatro de granito, las empinadas y nebulosas crestas de los Pirineos.[1]
[Footnote 1: Pirineos = 'Pyrenees.' A mountain range which separates France from Spain, and extends from the Bay of Biscay to the Mediterranean. The highest points are about 11,000 feet. A visit to the Eastern Pyrenees from the Spanish side is much more difficult than from France, as both traveling and hotel accommodations are sadly lacking.]
Los blancos caserios que la rodean, salpicados aqui y alla sobre una ondulante sabana de verdura, parecen a lo lejos un bando de palomas que han abatido su vuelo para apagar su sed en las aguas de la ribera.
Una pelada roca, a cuyos pies tuercen estas su curso, y sobre cuya cima se notan aun remotos vestigios de construccion, senala la antigua linea divisoria entre el condado de Urgel[1] y el mas importante de sus feudos.
[Footnote 1: el condado de Urgel = 'the earldom (or county) of Urgel.' The town of this name (2800 inhabitants) is situated on the Segre, seventy-four miles northwest of Barcelona, in the province of Lerida, Spain. It has been the see of a bishop since 840, and possesses a Gothic cathedral. The earldom was of considerable importance in the fourteenth century, Count Jaime (James) de Urgel (d. 1433) being a most dangerous claimant of the crown of Aragon.]
A la derecha del tortuoso sendero que conduce a este punto, remontando la corriente del rio, y siguiendo sus curvas y frondosas margenes, se encuentra una cruz.
El asta y los brazos son de hierro; la redonda base en que se apoya, de marmol, y la escalinata que a ella conduce, de obscuros y mal unidos fragmentos de silleria.
La destructora accion de los anos, que ha cubierto de orin el metal, ha roto y carcomido la piedra de este monumento, entre cuyas hendiduras crecen algunas plantas trepadoras que suben enredandose hasta coronarlo, mientras una vieja y corpulenta encina le sirve de dosel.
Yo habia adelantado algunos minutos a mis companeros de viaje, y deteniendo mi escualida cabalgadura, contemplaba en silencio aquella cruz, muda y sencilla expresion de las creencias y la piedad de otros siglos.
Un mundo de ideas se agolpo a mi imaginacion en aquel instante. Ideas ligerisimas, sin forma determinada, que unian entre si, como un invisible hilo de luz, la profunda soledad de aquellos lugares, el alto silencio de la naciente noche y la vaga melancolia de mi espiritu.
Impulsado de un pensamiento religioso, espontaneo e indefinible, eche maquinalmente pie a tierra, me descubri, y comence a buscar en el fondo de mi memoria una de aquellas oraciones que me ensenaron cuando nino; una de aquellas oraciones que, cuando mas tarde se escapan involuntarias de nuestros labios, parece que aligeran el pecho oprimido, y semejantes a las lagrimas, alivian el dolor, que tambien toma estas formas para evaporarse.
Ya habia comenzado a murmurarla, cuando de improviso senti que me sacudian con violencia por los hombros.
Volvi la cara: un hombre estaba al lado mio.
Era uno de nuestros guias, natural del pais, el cual, con una indescriptible expresion de terror pintada en el rostro, pugnaba por arrastrarme consigo y cubrir mi cabeza con el fieltro que aun tenia en mis manos.
Mi primera mirada, mitad de asombro, mitad de colera, equivalia a una interrogacion energica, aunque muda.
El pobre hombre, sin cejar en su empeno de alejarme de aquel sitio, contesto a ella con estas palabras, que entonces no pude comprender, pero en las que habia un acento de verdad que me sobrecogio:—iPor la memoria de su madre! iPor lo mas sagrado que tenga en el mundo, senorito, cubrase usted la cabeza, y alejese mas que de prisa de esta cruz! iTan desesperado esta usted, que no bastandole la ayuda de Dios, recurre a la del demonio!
Yo permaneci un rato mirandole en silencio. Francamente, crei que estaba loco, pero el prosiguio con igual vehemencia:
—Usted busca la frontera; pues bien, si delante de esa cruz le pide usted al cielo que le preste ayuda, las cumbres de los monies vecinos se levantaran en una sola noche hasta las estrellas invisibles, solo porque no encontremos la raya en toda nuestra vida.
Yo no pude menos de sonreir.
—?Se burla usted?... ?cree acaso que esa es una cruz santa como la del porche de nuestra iglesia?...
—?Quien lo duda?
—Pues se engana usted de medio a medio, porque esa cruz, salvo lo que tiene de Dios, esta maldita... esa cruz pertenece a un espiritu maligno, y por eso la llaman La cruz del diablo.
—iLa cruz del diablo! repeti cediendo a sus instancias, sin darme cuenta a mi mismo del involuntario temor que comenzo a apoderarse de mi espiritu, y que me rechazaba como una fuerza desconocida de aquel lugar; ila cruz del diablo! iNunca ha herido mi imaginacion una amalgama mas disparatada de dos ideas tan absolutamente enemigas!... iUna cruz... y del diablo!!! iVaya, vaya! Fuerza sera que en llegando a la poblacion me expliques este monstruoso absurdo.
Durante este corto dialogo, nuestros camaradas, que habian picado sus cabalgaduras, se nos reunieron al pie de la cruz; yo les explique en breves palabras lo que acababa de suceder; monte nuevamente en mi rocin, y las campanas de la parroquia llamaban lentamente a la oracion, cuando nos apeamos en lo mas escondido y lobrego de los paradores de Bellver.
II
Las llamas rojas y azules se enroscaban chisporroteando a lo largo del grueso tronco de encina que ardia en el ancho hogar; nuestras sombras, que se proyectaban temblando sobre los ennegrecidos muros, se empequenecian o tomaban formas gigantescas, segun la hoguera despedia resplandores mas o menos brillantes; el vaso de sauco, ora vacio, ora lleno y no de agua, como cangilon de noria, habia dado tres veces la vuelta en derredor del circulo que formabamos junto al fuego, y todos esperaban con impaciencia la historia de La cruz del diablo, que a guisa de postres de la frugal cena que acababamos de consumir, se nos habia prometido, cuando nuestro guia tosio por dos veces, se echo al coleto un ultimo trago de vino, limpiose con el reves de la mano la boca, y comenzo de este modo:
—Hace mucho tiempo, mucho tiempo, yo no se cuanto, pero los moros ocupaban aun la mayor parte de Espana, se llamaban condes[1] nuestros reyes, y las villas y aldeas pertenecian en feudo a ciertos senores, que a su vez prestaban homenaje a otros mas poderosos, cuando acaecio lo que voy a referir a ustedes.[2]
[Footnote 1: condes = 'counts,' 'earls.' The word conde comes from the Latin comes, comitem, 'companion,' and during the Roman empire in Spain was a title of honor granted to certain officers who had jurisdiction over war and peace. During the reign of the Goths it was likewise an official and not a nobiliary title. Later, with the growth of the feudal system, the counts became not merely royal officers, but hereditary rulers, with coronets and arms and an assumption of absolute authority in their counties. In some of these counties the title developed later into that of king.]
[Footnote 2: The epoch referred to is doubtless in the eleventh century before the first crusade. See p. 122, note 1.]
Concluida esta breve introduccion historica, el heroe de la fiesta guardo silencio durante algunos segundos como para coordinar sus recuerdos, y prosiguio asi:
—Pues es el caso, que en aquel tiempo remote, esta villa y algunas otras formaban parte del patrimonio de un noble baron, cuyo castillo senorial se levanto por muchos siglos sobre la cresta de un penasco que bana el Segre, del cual toma su nombre.
Aun testifican la verdad de mi relacion algunas informes ruinas que, cubiertas de jaramago y musgo, se alcanzan a ver sobre su cumbre desde el camino que conduce a este pueblo.
No se si por ventura o desgracia quiso la suerte que este senor, a quien por crueldad detestaban sus vasallos, y por sus malas cualidades ni el rey admitia en la corte, ni sus vecinos en el hogar, se aburriese de vivir solo con su mal humor y sus ballesteros en lo alto de la roca en que sus antepasados colgaron su nido de piedra.
Devanabase noche y dia los sesos en busca de alguna distraccion propia de su caracter, lo cual era bastante dificil, despues de haberse cansado como ya lo estaba, de mover guerra a sus vecinos, apalear a sus servidores y ahorcar a sus subditos.
En esta ocasion cuentan las cronicas que se le ocurrio, aunque sin ejemplar, una idea feliz.
Sabiendo que los cristianos de otras poderosas naciones, se aprestaban a partir juntos en una formidable armada[1] a un pais maravilloso para conquistar el sepulcro de Nuestro Senor Jesucristo, que los moros tenian en su poder,[2] se determino a marchar en su seguimiento.
[Footnote 1: armada = 'fleet.' The reference is probably to the first crusade under Godfrey of Bouillon (1096-1099), which resulted in the capture of Jerusalem and the temporary establishment of a Christian kingdom in Palestine.]
[Footnote 2: que los moros tenian en su poder. See p. 35, note 4.]
Si realizo esta idea con objeto de purgar sus culpas, que no eran pocas, derramando su sangre en tan justa empresa, o con el de transplantarse a un punto donde sus malas manas no se conociesen, se ignora; pero la verdad del caso es que, con gran contentamiento de grandes y chicos, de vasallos y de iguales, allego cuanto dinero pudo, redimio a sus pueblos del senorio, mediante una gruesa cantidad, y no conservando de propiedad suya mas que el penon del Segre y las cuatro torres del castillo, herencia de sus padres, desaparecio de la noche a la manana.
La comarca entera respiro en libertad durante algun tiempo, como si despertara de una pesadilla.
Ya no colgaban de los arboles de sus sotos, en vez de frutas, racimos de hombres: las muchachas del pueblo no temian al salir con su cantaro en la cabeza a tomar agua de la fuente del camino, ni los pastores llevaban sus rebanos al Segre por sendas impracticables y ocultas, temblando encontrar a cada revuelta de la trocha a los ballesteros de su muy amado senor.
Asi transcurrio el espacio de tres anos; la historia del mal caballero, que solo por este nombre se le conocia, comenzaba a pertenecer al exclusivo dominio de las viejas, que en las eternas veladas del invierno las[1] relataban con voz hueca y temerosa a los asombrados chicos; las madres asustaban a los pequenuelos incorregibles o llorones diciendoles: ique viene el senor del Segre![2] cuando he aqui que no se si un dia o una noche, si caido del cielo o abortado de los profundos, el temido senor aparecio efectivamente, y como suele decirse, en carne y hueso, en mitad de sus antiguos vasallos.
[Footnote 1: las. See vocabulary.]
[Footnote 2: ique viene el senor del Segre! Compare the familiar English expression used to frighten children: "The boogy-man is coming."]
Renuncio a describir el efecto de esta agradable sorpresa. Ustedes se lo podran figurar mejor que yo pintarlo, solo con decirles que tornaba reclamando sus vendidos derechos, que si malo se fue, peor volvio, y si pobre y sin credito se encontraba antes de partir a la guerra, ya no podia contar con mas recursos que su despreocupacion, su lanza y una media docena de aventureros tan desalmados y perdidos como su jefe.
Como era natural, los pueblos se resistieron a pagar tributes, que a tanta costa habian redimido; pero el senor puso fuego a sus heredades, a sus alquerias y a sus mieses.
Entonces apelaron a la justicia del rey; pero el senor se burlo de las cartas-leyes de los Condes soberanos;[1] las clavo en el postigo de sus torres, y colgo a los farsantes de una encina.
[Footnote 1: Condes soberanos. See p. 121, Note 1.]
Exasperados, y no encontrando otra via de salvacion, por ultimo, se pusieron de acuerdo entre si, se encomendaron a la Divina Providencia y tomaron las armas; pero el senor reunio a sus secuaces, llamo en su ayuda al diablo, se encaramo a su roca y se preparo a la lucha. Esta comenzo terrible y sangrienta. Se peleaba con todas armas, en todos sitios y a todas horas, con la espada y el fuego, en la montana y en la llanura, en el dia y durante la noche.
Aquello no era pelear para vivir; era vivir para pelear.
Al cabo triunfo la causa de la justicia. Oigan ustedes como.
Una noche obscura, muy obscura, en que no se oia ni un rumor en la tierra ni brillaba un solo astro en el cielo, los senores de la fortaleza, engreidos por una reciente victoria, se repartian el botin, y ebrios con el vapor de los licores en mitad de la loca y estruendosa orgia, entonaban sacrilegos cantares en loor de su infernal patrono.
Como dejo dicho, nada se oia en derredor del castillo, excepto el eco de las blasfemias, que palpitaban, perdidas en el sombrio seno de la noche, como palpitan las almas de los condenados envueltas en los pliegues del huracan de los infiernos.[1]
[Footnote 1: huracan de los infiernos. The idea is taken from Dante's Inferno, v.
I came into a place mute of all light, Which bellows as the sea does in a tempest, If by opposing winds 't is combated.
The infernal hurricane that never rests Hurtles the spirits onward in its rapine; Whirling them round; and smiting, it molests them.
Longfellow's translation
It is to this realm, where the carnal sinners are punished, that Dante relegates the lovers Paolo and Francesca da Rimini.]
Ya los descuidados centinelas habian fijado algunas veces sus ojos en la villa que reposaba silenciosa, y se habian dormido sin temor a una sorpresa, apoyados en el grueso tronco de sus lanzas, cuando he aqui que algunos aldeanos, resueltos a morir y protegidos por la sombra, comenzaron a escalar el cubierto penon del Segre, a cuya cima tocaron a punto de la media noche.
Una vez en la cima, lo que faltaba por hacer fue obra de poco tiempo: los centinelas salvaron de un solo salto el valladar que separa al sueno de la muerte;[1] el fuego aplicado con teas de resina al puente y al rastrillo, se comunico con la rapidez del relampago a los muros; y los escaladores, favorecidos por la confusion y abriendose paso entre las llamas, dieron fin con los habitantes de aquella guarida en un abrir y cerrar de ojos.
[Footnote 1: That is to say, they passed suddenly from sleep to death. Tasso uses much the same figure, when he says, in his Gerusalemme Liberata, ix. 18:
Dal sonno a la marts e un picciol varco. Small is the gulf that lies 'twixt sleep and death. ]
Todos perecieron.
Cuando el cercano dia comenzo a blanquear las altas copas de los enebros, humeaban aun los calcinados escombros de las desplomadas torres, y a traves de sus anchas brechas, chispeando al herirla la luz y colgada de uno de los negros pilares de la sala del festin, era facil divisar la armadura del temido jefe, cuyo cadaver, cubierto de sangre y polvo, yacia entre los desgarrados tapices y las calientes cenizas, confundido con los de sus obscuros companeros.
El tiempo paso; comenzaron los zarzales a rastrear por los desiertos patios, la hiedra a enredarse en los obscuros machones, y las campanillas azules a mecerse colgadas de las mismas almenas. Los desiguales soplos de la brisa, el graznido de las aves nocturnas y el rumor de los reptiles, que se deslizaban entre las altas hierbas, turbaban solo de vez en cuando el silencio de muerte de aquel lugar maldecido; los insepultos huesos de sus antiguos moradores blanqueaban al rayo de la luna, y aun podia verse el haz de armas del senor del Segre, colgado del negro pilar de la sala del festin.
Nadie osaba tocarle; pero corrian mil fabulas acerca de aquel objeto, causa incesante de hablillas y terrores para los que le miraban llamear durante el dia, herido por la luz del sol, o creian percibir en las altas horas de la noche el metalico son de sus piezas, que chocaban entre si cuando las movia el viento, con un gemido prolongado y triste.
A pesar de todos los cuentos que aproposito de la armadura se fraguaron, y que en voz baja se repetian unos a otros los habitantes de los alrededores, no pasaban de cuentos, y el unico mas positivo que de ellos resulto, se redujo entonces a una dosis de miedo mas que regular, que cada uno de por si se esforzaba en disimular lo posible, haciendo, como decirse suele, de tripas corazon.
Si de aqui no hubiera pasado la cosa, nada se habria perdido. Pero el diablo, que a lo que parece no se encontraba satisfecho de su obra, sin duda. Con el permiso de Dios y a fin de hacer purgar a la comarca algunas culpas, volvio a tomar cartas en el asunto.
Desde este momento las fabulas, que hasta aquella epoca no pasaron de un rumor vago y sin viso alguno de verosimilitud, comenzaron a tomar consistencia y a hacerse de dia en dia mas probables.
En efecto, hacia algunas noches que todo el pueblo habia podido observar un extrano fenomeno.
Entre las sombras, a lo lejos, ya subiendo las retorcidas cuestas del penon del Segre, ya vagando entre las ruinas del castillo, ya cerniendose al parecer en los aires, se veian correr, cruzarse, esconderse y tornar a aparecer para alejarse en distintas direcciones unas luces misteriosas y fantasticas cuya procedencia nadie sabia explicar.
Esto se repitio por tres o cuatro noches durante el intervalo de un mes; y los confusos aldeanos esperaban inquietos el resultado de aquellos conciliabulos, que ciertamente no se hizo aguardar mucho, cuando tres o cuatro alquerias incendiadas, varias reses desaparecidas y los cadaveres de algunos caminantes despenados en los precipicios, pusieron en alarma todo el territorio en diez leguas a la redonda.
Ya no quedo duda alguna. Una banda de malhechores se albergaba en los subterraneos del castillo.
Estos, que solo se presentaban al principio muy de tarde en tarde y en determinados puntos del bosque que, aun en el dia, se dilata a lo largo de la ribera, concluyeron por ocupar casi todos los desfiladeros de las montanas, emboscarse en los caminos, saquear los valles y descender como un torrente a la llanura, donde a este quiero a este no quiero, no dejaban titere con cabeza.
Los asesinatos se multiplicaban; las muchachas desaparecian, y los ninos eran arrancados de las cunas a pesar de los lamentos de sus madres, para servirlos[1] en diabolicos festines, en que, segun la creencia general, los vasos sagrados[2] sustraidos de las profanadas iglesias servian de copas.
[Footnote 1: servirlos. The sacrifice of children has always been considered by popular superstition as an essential part in practices of black magic or in compacts with the devil.]
[Footnote 2: los vasos sagrados. The sacred vessels of the church are said to play an important part in demonolatry. The consecrated wafers too are believed to be put to improper uses.]
El terror llego a apoderarse de los animos en un grado tal, que al toque de oraciones nadie se aventuraba a salir de su casa, en la que no siempre se creian seguros de los bandidos del penon.
Mas ?quienes eran estos? ?De donde habian venido? ?Cual era el nombre de su misterioso jefe? He aqui el enigma que todos querian explicar y que nadie podia resolver hasta entonces, aunque se observase desde luego que la armadura del senor feudal habia desaparecido del sitio que antes ocupara,[1] y posteriormente varios labradores hubiesen afirmado que el capitan de aquella desalmada gavilla marchaba a su frente, cubierto con una, que de no ser la misma, se le asemejaba en un todo.
[Footnote 1: ocupara See p. 16, note 3.]
Cuanto queda repetido, si se le despoja de esa parte de fantasia con que el miedo abulta y completa sus creaciones favoritas, nada tiene en si de sobrenatural y extrano. ?Que cosa mas corriente en unos bandidos que las ferocidades con que estos se distinguian, ni mas natural que el apoderarse su jefe de las abandonadas armas del senor del Segre?
Sin embargo, algunas revelaciones hechas antes de morir por uno de sus secuaces, prisionero en las ultimas refriegas, acabaron de colmar la medida, preocupando el animo de los mas incredulos. Poco mas o menos, el contenido de su confesion fue este:—Yo, dijo, pertenezco a una noble familia. Los extravios de mi juventud, mis locas prodigalidades y mis crimenes por ultimo atrajeron sobre mi cabeza la colera de mis deudos y la maldicion de mi padre, que me desheredo al expirar. Hallandome solo y sin recursos de ninguna especie, el diablo sin duda debio sugerirme la idea de reunir algunos jovenes que se encontraban en una situacion identica a la mia, los cuales, seducidos con las promesas de un porvenir de disipacion, libertad, y abundancia, no vacilaron un instante en suscribir a mis designios.
Estos se reducian a formar una banda de jovenes de buen humor, despreocupados y poco temerosos del peligro, que desde alli en adelante vivirian alegremente del producto de su valor y a costa del pais, hasta tanto que Dios se sirviera disponer de cada uno de ellos conforme a su voluntad, segun hoy a mi me sucede.
Con este objeto senalamos esta comarca para teatro de nuestras expediciones futuras, y escogimos como punto el mas a proposito para nuestras reuniones el abandonado castillo del Segre, lugar seguro, no tanto por su posicion fuerte y ventajosa, como por hallarse defendido contra el vulgo por las supersticiones y el miedo.
Congregados una noche bajo sus ruinosas arcadas, alrededor de una hoguera que iluminaba con su rojizo resplandor las desiertas galerias, trabose una acalorada disputa sobre cual de nosotros habia de ser elegido jefe.
Cada uno alego sus meritos; yo expuse mis derechos: ya los unos murmuraban entre si con ojeadas amenazadoras; ya los otros con voces descompuestas por la embriaguez habian puesto la mano sobre el pomo de sus punales para dirimir la cuestion, cuando de repente oimos un extrano crujir de armas, acompanado de pisadas huecas y sonantes, que de cada vez se hacian mas distintas. Todos arrojamos a nuestro alrededor una inquieta mirada de desconfianza; nos pusimos de pie y desnudamos nuestros aceros, determinados a vender caras las vidas; pero no pudimos por menos de permanecer inmoviles al ver adelantarse con paso firme e igual un hombre de elevada estatura, completamente armado de la cabeza al pie y cubierto el rostro con la visera del casco, el cual, desnudando su montante, que dos hombres podrian apenas manejar, y poniendole[1] sobre uno de los carcomidos fragmentos de las rotas arcadas, exclamo con una voz hueca y profunda, semejante al rumor de una caida de aguas subterraneas:
[Footnote 1: poniendole. See p. 66, note 1.]
—Si alguno de vosotros se atreve a ser el primero, mientras yo habite en el castillo del Segre, que tome esa espada, signo del poder.
Todos guardamos silencio, hasta que, transcurrido el primer momento de estupor, le proclamamos a grandes voces nuestro capitan, ofreciendole una copa de nuestro vino, la cual rehuso por senas, acaso por no descubrirse la faz, que en vano procuramos distinguir a traves de las rejillas de hierro que la ocultaban a nuestros ojos.
No obstante, aquella noche pronunciamos el mas formidable de los juramentos, y a la siguiente dieron principio nuestras nocturnas correrias. En ellas nuestro misterioso jefe marchaba siempre delante de todos. Ni el fuego le ataja, ni los peligros le intimidan, ni las lagrimas le conmueven: Nunca despliega sus labios; pero cuando la sangre humea en nuestras manos, como cuando los templos se derrumban calcinados por las llamas: cuando las mujeres huyen espantadas entre las ruinas, y los ninos arrojan gritos de dolor, y los ancianos perecen a nuestros golpes, contesta con una carcajada de feroz alegria a los gemidos, a las imprecaciones y a los lamentos.
Jamas se desnuda de sus armas ni abate la visera de su casco despues de la victoria, ni participa del festin, ni se entrega al sueno. Las espadas que le hieren se hunden entre las piezas de su armadura, y ni le causan la muerte, ni se retiran tenidas en sangre; el fuego enrojece su espaldar y su cota, y aun prosigue impavido entre las llamas, buscando nuevas victimas; desprecia el oro, aborrece la hermosura, y no le inquieta la ambicion.
Entre nosotros, unos le creen un extravagante; otros un noble arruinado, que por un resto de pudor se tapa la cara; y no falta quien se encuentra convencido de que es el mismo diablo en persona.
El autor de esas revelaciones murio con la sonrisa de la mofa en los labios y sin arrepentirse de sus culpas; varios de sus iguales le siguieron en diversas epocas al suplicio; pero el temible jefe, a quien continuamente se unian nuevos proselitos, no cesaba en sus desastrosas empresas.
Los infelices habitantes de la comarca, cada vez mas aburridos y desesperados, no acertaban ya con la determinacion que deberia tomarse para concluir de un todo con aquel orden de cosas, cada dia mas insoportable y triste.
Inmediato a la villa, y oculto en el fondo de un espeso bosque, vivia a esta sazon, en una pequena ermita dedicada a San Bartolome[1] un santo hombre, de costumbres piadosas y ejemplares, a quien el pueblo tuvo siempre en olor de santidad, merced a sus saludables consejos y acertadas predicciones.
[Footnote 1: San Bartolome. See p. 29, note 2.]
Este venerable ermitano, a cuya prudencia y proverbial sabiduria encomendaron los vecinos de Bellver la resolucion de este dificil problema, despues de implorar la misericordia divina por medio de su santo Patrono, que, como ustedes no ignoran, conoce al diablo muy de cerca, y en mas de una ocasion le ha atado bien corto,[1] les aconsejo que se emboscasen durante la noche al pie del pedregoso camino que sube serpenteando por la roca, en cuya cima se encontraba el castillo, encargandoles al mismo tiempo que ya alli, no hiciesen uso de otras armas para aprehenderlo que de una maravillosa oracion que les hizo aprender de memoria, y con la cual aseguraban las cronicas que San Bartolome habia hecho al diablo su prisionero.'
[Footnote 1: le ha atado bien corto... su prisionero. See p. 29, note 2.]
Pusose en planta el proyecto, y su resultado excedio a cuantas esperanzas se habian concebido; pues aun no iluminaba el sol del otro dia la alta torre de Bellver, cuando sus habitantes, reunidos en grupos en la plaza Mayor,[1] se contaban unos a otros con aire de misterio, como aquella noche fuertemente atado de pies y manos y a lomos de una poderosa mula, habia entrado en la poblacion el famoso capitan de los bandidos del Segre.
[Footnote 1: la plaza Mayor. The name of the principal square of the town.]
De que arte se valieron los acometedores de esta empresa para llevarla a termino, ni nadie se lo acertaba a explicar, ni ellos mismos podian decirlo; pero el hecho era que, gracias a la oracion del santo o al valor de sus devotos, la cosa habia sucedido tal como se referia.
Apenas la novedad comenzo a extenderse de boca en boca y de casa en casa, la multitud se lanzo a las calles con ruidosa algazara, y corrio a reunirse a las puertas de la prision. La campana de la parroquia llamo a concejo, y los vecinos mas respetables se juntaron en capitulo, y todos aguardaban ansiosos la hora en que el reo habia de comparecer ante sus improvisados jueces.
Estos, que se encontraban autorizados por los condes de Urgel[1] para administrarse por si mismos pronta y severa justicia sobre aquellos malhechores, deliberaron un momento, pasado el cual, mandaron comparecer al delincuente a fin de notificarle su sentencia.
[Footnote 1: condes de Urgel. See p. 118, note 1.]
Como dejo dicho, asi en la plaza Mayor, como en las calles por donde el prisionero debia atravesar para dirigirse al punto en que sus jueces se encontraban, la impaciente multitud hervia como un apinado enjambre de abejas. Especialmente en la puerta de la carcel, la conmocion popular tomaba cada vez mayores proporciones, y ya los animados dialogos, los sordos murmullos y los amenazadores gritos comenzaban a poner en cuidado a sus guardas, cuando afortunadamente llego la orden de sacar al reo.
Al aparecer este bajo el macizo arco de la portada de su prision, completamente vestido de todas armas y cubierto el rostro con la visera, un sordo y prolongado murmullo de admiracion y de sorpresa se elevo de entre las compactas masas del pueblo, que se abrian con dificultad para dejarle paso.
Todos habian reconocido en aquella armadura la del senor del Segre; aquella armadura, objeto de las mas sombrias tradiciones mientras se la via suspendida de los arruinados muros de la fortaleza maldita.
Las armas eran aquellas, no cabia duda alguna; todos habian visto flotar el negro penacho de su cimera en los combates, que en un tiempo[1] trabaran[2] contra su senor; todos le habian visto agitarse al soplo de la brisa del crepusculo, a par de la hiedra del calcinado pilar en que quedaron colgadas a la muerte de su dueno. Mas ?quien podria ser el desconocido personaje que entonces las llevaba? Pronto iba a saberse: al menos asi se creia. Los sucesos diran como esta esperanza quede frustrada, a la manera de otras muchas, y porque de este solemne acto de justicia, del que debia aguardarse el completo esclarecimiento de la verdad, resultaran nuevas y mas inexplicables confusiones.
[Footnote 1: en un tiempo = 'once upon a time.']
[Footnote 2: See p. 16, note 3.]
El misterioso bandido penetro al fin en la sala del concejo, y un silencio profundo sucedio a los rumores que se elevaran[1] de entre los circunstantes, al oir resonar bajo las altas bovedas de aquel recinto el metalico son de sus acicates de oro. Uno de los que componian el tribunal con voz lenta e insegura, le pregunto su nombre, y todos prestaron el oido con ansiedad para no perder una sola palabra de su respuesta; pero el guerrero se limito a encoger sus hombros ligeramente con un aire de desprecio e insulto, que no pudo menos de irritar a sus jueces, los que se miraron entre si sorprendidos.
[Footnote 1: elevaran, dirigiera. See p. 16, note 3.]
Tres veces volvio a repetirle la pregunta, y otras tantas obtuvo semejante o parecida contestacion.
—iQue se levante la visera! iQue se descubra! iQue se descubra! comenzaron a gritar los vecinos de la villa presentes al acto. iQue se descubra! iVeremos si se atreve entonces a insultarnos con su desden, como ahora lo hace protegido por el incognito!
—Descubrios, repitio el mismo que anteriormente le dirigiera[1] la palabra.
[Footnote 1: elevaran, dirigiera. See p. 16, note 3.]
El guerrero permanecio impasible.
—Os lo mando en el nombre de nuestra autoridad.
La misma contestacion.
—En el de los condes soberanos.'[1]
[Footnote 1: condes soberanos. See p. 121, note i, and p. 123, 1.22.]
Ni por esas.[1]
[Footnote 1: Ni por esas = 'Nor did these (threats) avail.']
La indignacion llego a su colmo, hasta el punto que uno de sus guardas, lanzandose sobre el reo, cuya pertinacia en callar bastaria para apurar la paciencia a un santo, le abrio violentamente la visera. Un grito general de sorpresa se escapo del auditorio, que permanecio por un instante herido de un inconcebible estupor.
La cosa no era para menos.
El casco, cuya ferrea visera se veia en parte levantada hasta la frente, en parte caida sobre la brillante gola de acero, estaba vacio...completamente vacio.
Cuando pasado ya el primer momento de terror quisieron tocarle, la armadura se estremecio ligeramente, y descomponiendose en piezas, cayo al suelo con un ruido sordo y extrano.
La mayor parte de los espectadores, a la vista del nuevo prodigio, abandonaron tumultuosamente Ia habitacion y salieron despavoridos a la plaza.
La nueva se divulgo con la rapidez del pensamiento entre la multitud, que aguardaba impaciente el resultado-del juicio; y fue tal la alarma, la revuelta y la voceria, que ya a nadie cupo duda sobre lo que de publica voz se aseguraba, esto es, que el diablo, a la muerte del senor del Segre, habia heredado los feudos de Bellver.
Al fin se apaciguo el tumulto, y decidiose volver a un calabozo la maravillosa armadura.
Ya en el[1] despacharonse cuatro emisarios, que en representacion de la atribulada villa hiciesen presente el caso al conde de Urgel y al arzobispo, los que no tardaron muchos dias en tornar con la resolucion de estos personajes, resolucion que, como suele decirse, era breve y compendiosa.
[Footnote 1: Ya en el. A bold ellipsis which would be inconsistent with common usage in English.]
—Cuelguese, les dijeron, la armadura en la plaza Mayor de la villa; que si el diablo la ocupa, fuerza le sera el abandonarla o ahorcarse con ella.
Encantados los habitantes de Bellver con tan ingeniosa solucion, volvieron a reunirse en concejo, mandaron levantar una altisima horca en la plaza, y cuando ya la multitud ocupaba sus avenidas, se dirigieron a la carcel por la armadura, en corporacion y con toda la solemnidad que la importancia del caso requeria.
Cuando la respetable comitiva llego al macizo arco que daba entrada al edificio, un hombre palido y descompuesto se arrojo al suelo en presencia de los aturdidos circunstantes, exclamando con las lagrimas en los ojos:
—Perdon, senores, perdon!
—Perdon!; ?Para quien? dijeron algunos; ?para, el diablo, que habita dentro de la armadura del senor del Segre?
—Para mi, prosiguio con voz tremula el infeliz, en quien todos reconocieron al alcaide de las prisiones; para mi... porque las armas... ban desaparecido.
Al oir estas palabras, el asombro se pinto en el rostro de cuantos se encontraban en el portico, que, mudos e inmoviles, hubieran permanecido en la posicion en que se encontraban, Dios sabe hasta cuando, si la siguiente relacion del aterrado guardian no les hubiera hecho agruparse en su alrededor para escuchar con avidez:
Perdonadme, senores, decia el pobre alcaide; y yo no os ocultare nada, siquiera sea en contra mia.
Todos guardaron silencio, y el prosiguio asi:
—Yo no acertare nunca a dar la razon; pero es el caso que la historia de las armas vacias me parecio siempre una fabula tejida en favor de algun noble personaje, a quien tal vez altas razones de conveniencia publica no permitian ni descubrir ni castigar.
En esta creencia estuve siempre, creencia en que no podia menos de confirmarme la inmovilidad en que se encontraban desde que por segunda vez tornaron a la carcel traidas del concejo. En vano una noche y otra, deseando sorprender su misterio, si misterio en ellas habia, me levantaba poco a poco y aplicaba el oido a los intersticios de la ferrada puerta de su calabozo; ni un rumor se percibia.
En vano procure observarlas a traves de un pequenio agujero producido en el muro; arrojadas sobre un poco de paja y en uno de los mas obscures rincones, permanecian un dia y otro descompuestas e inmoviles.
Una noche, por ultimo, aguijoneado por la curiosidad y deseando convencerme por mi mismo de que aquel objeto de terror nada tenia de misterioso, encendi una linterna, baje a las prisiones, levante sus dobles aldabas, y no cuidando siquiera—tanta era mi fe en que todo no pasaba de un cuento—de cerrar las puertas tras mi, penetre en el calabozo. Nunca lo hubiera hecho; apenas anduve algunos pasos, la luz de mi linterna se apago por si sola, y mis dientes comenzaron a chocar, y mis cabellos a erizarse. Turbando el profundo silencio que me rodeaba, habia oido como un ruido de hierros, que se removian y chocaban al unirse entre las sombras.
Mi primer movimiento fue arrojarme a la puerta para cerrar el paso, pero al asir sus hojas, senti sobre mis hombros una mano formidable cubierta-con un guantelete, que despues de sacudirme con violencia me derribo sobre el dintel. Alli permaneci hasta la manana siguiente, que me encontraron mis servidores falto de sentido, y recordando solo que despues de mi caida, habia creido percibir confusamente como unas pisadas sonoras, al compas de las cuales resonaba un rumor de espuelas, que poco a poco se fue alejando hasta perderse.
Cuando concluyo el alcaide, reino un silencio profundo, al que siguio luego un infernal concierto de lamentaciones, gritos y amenazas.
Trabajo costo a los mas pacificos el contener al pueblo que, furioso con la novedad, pedia a grandes voces la muerte del curioso autor de su nueva desgracia.
Al cabo logrose apaciguar el tumulto, y comenzaron a disponerse a una nueva persecution. Esta obtuvo tambien un resultado satisfactorio.
Al cabo de algunos dias, la armadura volvio a encontrarse en poder de sus perseguidores. Conocida la formula, y mediante la ayuda de San Bartolome,[1] la cosa no era ya muy dificil.
[Footnote 1: San Bartolome. See p. 29, note 2.]
Pero aun quedaba algo por hacer: pues en vano, a fin de sujetarlo, lo colgaron de una horca; en vano emplearon la mas exquisita vigilancia con el objeto de quitarle toda ocasion de escaparse por esos mundos. En cuanto las desunidas armas veian dos dedos de luz, se encajaban, y pian pianito volvian a tomar el trote y emprender de nuevo sus excursiones por montes y llanos, que era una bendicion del cielo.
Aquello era el cuento de nunca acabar.[1]
[Footnote 1: Aquello era el cuento de nunca acabar = 'It was a never-ending story.' One of the sort that seems to reach a climax only to begin over again.]
En tan angustiosa situacion, los vecinos se repartieron entre si las piezas de la armadura, que acaso por la centesima vez se encontraba en sus manos, y rogando[1] al piadoso eremita, que un dia los ilumino con sus consejos, decidiera lo que debia hacerse de ella.
[Footnote 1: y rogando. A careless and incorrect construction which leaves the sentence incomplete. Better y rogaron. Notice the omission of the conjunction que before the subjunctive decidiera. This is a frequent Spanish usage.]
El santo varon ordeno al pueblo una penitencia general. Se encerre por tres dias en el fondo de una caverna que le servia de asilo, y al cabo de ellos dispuso que se fundiesen las diabolicas armas, y con ellas y algunos sillares del castillo del Segre, se levantase una cruz.
La operacion se llevo a termino, aunque no sin que nuevos y aterradores prodigies llenasen de pavor el animo de los consternados habitantes de Bellver.
En tanto que las piezas arrojadas a las llamas comenzaban a enrojecerse, largos y profundos gemidos parecian escaparse de la ancha hoguera, de entre cuyos troncos saltaban[1] como si estuvieran vivas y sintiesen la accion del fuego. Una tromba de chispas rojas, verdes y azules danzaba en la cuspidede sus encendidas lenguas, y se retorcian crujiendo como si una legion de diablos, cabalgando sobre ellas, pugnasen por libertar a su senor de aquel tormento.
[Footnote 1: saltaban. The antecedent must be piezas, although it is too remote to be obvious. Such loose constructions are not to be recommended. ]
Extrana, horrible fue la operacion, en tanto que la candente armadura perdia su forma para tomar la de una cruz.
Los martillos, caian resonando con un espantoso estruendo sobre el yunque, al que veinte trabajadores vigorosos sujetaban las barras del hirviente metal, que palpitaba y gemia al sentir los golpes.
Ya se extendian los brazos del signo de nuestra redencion, ya comenzaba a formarse la cabecera, cuando la diabolica y encendida masa se retorcia de nuevo como en una convulsion espantosa, y rodeandose al cuerpo de los desgraciados, que pugnaban por desasirse de sus brazos de muerte, se enroscaba en anillas como una culebra, o se contraia en zigzag como un relampago.
El constante trabajo, la fe, las oraciones y el agua bendita consiguieron, por ultimo, vencer el espiritu infernal y la armadura se convirtio en cruz.
Esa cruz es la que hoy habeis visto, y a la cual se encuentra sujeto el diablo que le presta su nombre; ante ella, ni las jovenes colocan en el mes de Mayo[1] ramilletes de lirios, ni los pastores se descubren al pasar, ni los ancianos se arrodillan, bastando apenas las severas amonestaciones del clero para que los muchachos no la apedreen.
[Footnote 1: en el mes de Mayo. To celebrate the festival of May-day.]
Dios ha cerrado sus oidos a cuantas plegarias se le dirijan en su presencia. En el invierno los lobos se reunen en manadas junto al enebro que la protege, para lanzarse sobre las reses; los bandidos esperan a su sombra a los caminantes, que entierran a su pie despues que los asesinan; y cuando la tempestad se desata, los rayos tuercen su camino para liarse, silbando, al asta de esa cruz y romper los sillares de su pedestal.
CREED EN DIOS
CANTIGA PROVENZAL
Yo fui el verdadero Teobaldo de Montagut, baron de Fortcastell.[1] Noble o villano, senor o pechero, tu, cualquiera que seas, que te detienes un instante al borde de mi sepultura, cree en Dios, como yo he creido, y ruegale por mi.
[Footnote 1: Teobaldo de Montagut, baron de Fortcastell. The name of Teobaldo, does not figure in mediaeval Catalonia, nor the barony of Fortcastell. This inscription is probably a literary fiction.]
I
Nobles aventureros, que puesta la lanza en la cuja, caida la visera del casco y jinetes sobre un corcel poderoso, recorreis la tierra sin mas patrimonio que vuestro nombre clarisimo y vuestro montante, buscando honra y prez en la profesion de las armas; si al atravesar el quebrado valle de Montagut [Foonote: 1] os han sorprendido en el la tormenta y la noche, y habeis encontrado un refugio en las ruinas del monasterio que aun se ve en su fondo, oidme.
[Footnote 1: Montagut. The mountains of Montagut, which rise to a height of 3125 teet, are situated in the province of Tarragona, Spain.]
II
Pastores, que seguis con lento paso vuestras ovejas que pacen derramadas por las colinas y las llanuras; si al conducirlas al borde del transparente riachuelo que corre, forcejea y salta por entre los peiiascos del valle de Montagut en el rigor del verano, y en una siesta de fuego habeis encontrado la sombra y el reposo al pie de las derruidas arcadas del monasterio, cuyos musgosos pilares besan las ondas, oidme.
III
Ninas de las cercanas aldeas, lirios silvestres que creceis felices al abrigo de vuestra humildad; si en la manana del santo Patrono de estos lugares, al bajar al valle de Montagut a coger treboles y margaritas con que embellecer su retablo, venciendo el temor que os inspira el sombrio monasterio que se alza en sus penas, habeis penetrado en su claustro mudo y desierto para vagar entre sus abandonadas tumbas, a cuyos bordes crecen las margaritas mas dobles y los jacintos mas azules, oidme.
IV
Tu, noble caballero, tal vez al resplandor de un relampago; tu, pastor errante, calcinado por los rayos del sol; tu, en fin, hermosa nina, cubierta aun con gotas de rocio semejantes a lagrimas, todas habreis visto en aquel santo lugar una tumba, una tumba humilde. Antes la componian una piedra tosca y una cruz de palo; la cruz ha desaparecido, y solo queda la piedra. En esa tumba, cuya inscripcion es el mote de mi canto, reposa en paz el ultimo baron de Fortcastell, Teobaldo de Montagut,[1] del cual voy a referiros la peregrina historia.
[Footnote 1: Teobaldo de Montagut. See p, 140, note I.]
* * * * *
I
Cuando la noble condesa de Montagut estaba en cinta de su primogenito Teobaldo, tuvo un ensueno misterioso y terrible. Acaso un aviso de Dios; tal vez una vana fantasia, que el tiempo realizo mas adelante. Sono que en su seno engendraba una serpiente, una serpiente monstruosa que, arrojando agudos silbidos, y ora arrastrandose entre la menuda hierba, ora replegandose sobre si misma para saltar, huyo de su vista, escondiendose al fin entre unas zarzas.
—iAlli esta! ialli esta! gritaba la condesa en su horrible pesadilla, senalando a sus servidores la zarza en que se habia escondido el asqueroso reptil.
Cuando sus servidores llegaron presurosos al punto que la noble dama, inmovil y presa de un profundo terror, les senalaba aun con el dedo, una blanca paloma se levanto de entre las brenas y se remonto a las nubes.
La serpiente habia desaparecido.
II
Teobaldo vino al mundo, su madre murio al darlo a luz, su padre perecio algunos anos despues en una emboscada, peleando como bueno contra los enemigos de Dios.[1]
[Footnote 1: los enemigos de Dios. The Moors are meant here.]
Desde este punto la juventud del primogenito de Fortcastell solo puede compararse a un huracan. Por donde pasaba se veia senalando su camino un rastro de lagrimas y de sangre. Ahorcaba a sus pecheros, se batia con sus iguales, perseguia a las doncellas, daba de palos a los monjes, y en sus blasfemias y juramentos ni dejaba Santo en paz ni cosa sagrada que no maldijese.
III
Un dia en que salio de caza, y que, como era su costumbre, hizo entrar a guarecerse de la lluvia a toda su endiablada comitiva de pajes licenciosos, arqueros desalmados y siervos envilecidos, con perros, caballos y gerifaltes, en la iglesia de una aldea de sus dominios, un venerable sacerdote, arrostrando su colera y sin temer los violentos arranques de su caracter impetuoso, le conjuro en nombre del cielo y llevando una hostia consagrada en sus manos, a que abandonase aquel lugar y fuese a pie y con un bordon de romero a pedir al Papa la absolucion de sus culpas.
—iDejame en paz, viejo loco! exclamo Teobaldo al oirle; dejame en paz; o ya que no he encontrado una sola pieza durante el dia, te suelto mis perros y te cazo como a un jabali para distraerme.
IV
Teobaldo era hombre de hacer lo que decia. El sacerdote, sin embargo, se limito a contestarle:—Haz lo que quieras, pero ten presente que hay un Dios que castiga y perdona, y que si muero a tus manos borrara mis culpas del libro de su indignacion, para escribir tu nombre y hacerte expiar tu crimen.
—iUn Dios que castiga y perdona! prorrumpio el sacrilego baron con una carcajada. Vo no creo en Dios, y para darte una prueba voy a cumplirte lo que te he prometido; porque aunque poco rezador, soy amigo de no faltar a mis palabras. iRaimundo! iGerardo! iPedro! Azuzad la jauria, dadme el venablo, tocad el alali en vuestras trompas, que vamos a darle caza a este imbecil, aunque se suba a los retablos de sus altares.
V
Ya despues de dudar un instante y a una nueva orden de su senor, comenzaban los pajes a desatar los lebreles, que aturdian la iglesia con sus ladridos; ya el baron habia armado su ballesta riendo con una lisa de Satanas, y el venerable sacerdote, murmurando una plegaria, elevaba sus ojos al cielo y esperaba tranquilo la muerte, cuando se oyo fuera del sagrado recinto una voceria horrible, bramidos de trompas que hacian senales de ojeo, y gritos de iAl jabali!—iPor Zas brenas!—iHacia el monte! Teobaldo, al anuncio de la deseada res, corrio a las puertas del santuario, ebrio de alegria; tras el fueron sus servidores, y con sus servidores los caballos y los lebreles.
VI
—iPor donde va el jabali? pregunto el baron subiendo a su corcel, sin apoyarse en el estribo ni desarmar la ballesta.—Por la canada que se extiende al pie de esas colinas, le respondieron. Sin escuchar la ultima palabra, el impetuoso cazador hundio su acicate de oro en el ijar del caballo, que partio al escape. Tras el partieron todos.
Los habitantes de la aldea, que fueron los primeros en dar la voz de alarma, y que al aproximarse el terrible animal se habian guarecido en sus chozas, asomaron timidamente la cabeza a los quicios de sus ventanas; y cuando vieron desaparecer la infernal comitiva por entre el follaje de la espesura, se santiguaron en silencio.
VII
Teobaldo iba delante de todos. Su corcel, mas ligero o mas castigado que los de sus servidores, seguia tan de cerca a la res, que dos o tres veces, dejandole la brida sobre el cuello al fogoso bruto, se habia empinado sobre los estribos, y echadose al hombro la ballesta para herirlo. Pero el jabali, al que solo divisaba a intervalos entre los espesos matorrales, tomaba a desaparecer de su vista para mostrarsele de nuevo fuera del alcance de su armas.
Asi corrio muchas horas, atraveso las canadas del valle y el pedregoso lecho del rio, e internandose en un bosque inmenso, se perdio entre sus sombrias revueltas, siempre fijos los ojos en la codiciada res, siempre creyendo alcanzarla, siempre viendose burlado por su agilidad maravillosa.
VIII
Por ultimo, pudo encontrar una ocasion propicia; tendio el brazo y volo la saeta, que fue a clavarse temblando en el lomo del terrible animal, que dio un salto y un espantoso bufido.—iMuerto esta! exclama con un grito de alegria el cazador, volviendo a hundir por la centesima vez el acicate en el sangriento ijar de su caballo; imuerto esta! en balde huye. El rastro de la sangre que arroja marca su camino. Y esto diciendo, comenzo a hacer en la bocina la senal del triunfo para que la oyesen sus servidores.
En aquel instante el corcel se detuvo, flaquearon sus piernas, un ligero temblor agito sus contraidos musculos, cayo al suelo desplomado, arrojando por la hinchada nariz cubierta de espuma un cano de sangre.
Habia muerto de fatiga, habia muerto cuando la carrera del herido jabali comenzaba a acortarse; cuando bastaba un solo esfuerzo mas para alcanzarlo.
IX
Pintar la ira del colerico Teobaldo, seria imposible. Repetir sus maldiciones y sus blasfemias, solo repetirlas, fuera escandaloso e impio. Llamo a grandes voces a sus servidores, y unicamente le contesto el eco en aquellas inmensas soledades, y se arranco los cabellos y se meso las barbas, presa de la mas espantosa desesperacion.—Le seguire a la carrera, aun cuando haya de reventarme, exclamo al fin, armando de nuevo su ballesta y disponiendose a seguir a la res; pero en aquel momento sintio ruido a sus espaldas; se entreabrieron las ramas de la espesura, y se presento a sus ojos un paje que traia del diestro un corcel negro como la noche.
—El cielo me lo envia, dijo el cazador, lanzandose sobre sus lomos agil como un gamo. El paje, que era delgado, muy delgado, y amarillo como la muerte, se sonrio de una manera extrana al presentarle la brida.
X
El caballo relincho con una fuerza que hizo estremecer el bosque, dio un bote increible, un bote en que se levanto mas de diez varas del suelo, y el aire comenzo a zumbar en los oidos del jinete, como zumba una piedra arrojada por la honda. Habia partido al escape; pero a un escape tan rapido, que temeroso de perder los estribos y caer a tierra turbado por el vertigo, tuvo que cerrar los ojos y agarrarse con ambas manos a sus[1] flotantes crines.
[Footnote 1: sus. The antecedent is logically, but not grammatically evident.]
Y sin agitar sus riendas, sin herirle con el acicate ni animarlo con la voz, el corcel corria, corria sin detenerse. ?Cuanto tiempo corrio Teobaldo con el, sin saber por donde, sintiendo que las ramas le abofeteaban el rostro al pasar, y los zarzales desgarraban sus vestidos, y el viento silbaba a su alrededor? Nadie lo sabe.
XI
Cuando recobrando el animo, abrio los ojos un instante para arrojar en torno suyo una mirada inquieta, se encontro lejos, muy lejos de Montagut, y en unos lugares, para el completamente extranos. El corcel corria, corria sin detenerse, y arboles, rocas, castillos y aldeas pasaban a su lado como una exhalacion. Nuevos y nuevos horizontes se abrian ante su vista; horizontes que se borraban para dejar lugar a otros mas y mas desconocidos. Valles angostos, erizados de colosales fragmentos de granito que las tempestades habian arrancado de la cumbre de las montanas, alegres campinas, cubiertas de un tapiz de verdura y sembradas de blancos caserios; desiertos sin limites, donde hervian las arenas calcinadas por los rayos de un sol de fuego; vastas soledades, llanuras inmensas, regiones de eternas nieves, donde los gigantescos tempanos asemejaban, destacandose sobre un cielo gris y obscuro, blancos fantasmas que extendian sus brazos para asirle por los cabellos al pasar; todo esto, y mil y mil otras cosas que yo no podre deciros, vio en su fantastica carrera, hasta tanto que envuelto en una niebla obscura; dejo de percibir el ruido que producian los cascos del caballo al herir la tierra.
* * * * *
I
Nobles caballeros, sencillos pastores, hermosas ninas que escuchais mi relato, si os maravilla lo que os cuento, no creais que es una fabula tejida a mi antojo para sorprender vuestra credulidad; de boca en boca ha llegado hasta mi esta tradicion, y la leyenda del sepulcro[1] que aun subsiste en el monasterio de Montagut, es un testimonio irrecusable de la veracidad de mis palabras.
[Footnote 1: la leyenda del sepulcro. See p. 140, note 1.]
Creed, pues, lo que he dicho, y creed lo que aun me resta por decir, que es tan cierto como lo anterior, aunque mas maravilloso. Yo podre acaso adornar con algunas galas de la poesia el desnudo esqueleto de esta sencilla y terrible historia, pero nunca me apartare un punto de la verdad a sabiendas.
II
Cuando Teobaldo dejo de percibir las pisadas de su corcel y se sintio lanzado en el vacio, no pudo reprimir un involuntario estremecimiento de terror. Hasta entonces habia creido que los objetos que se representaban a sus ojos eran fantasmas de su imaginacion, turbada por el vertigo, y que su corcel corria desbocado, es verdad, pero corria, sin salir del termino de su senorio. Ya no le quedaba duda de que era el juguete de un poder sobrenatural que le arrastraba sin que supiese a donde, a traves de aquellas nieblas obscuras, de aquellas nubes de formas caprichosas y fantasticas, en cuyo seno, que se iluminaba a veces con el resplandor de un relampago, creia distinguir las hirvientes centellas, proximas a desprenderse.
El corcel corria, o mejor dicho nadaba en aquel oceano de vapores caliginosos y encendidos, y las maravillas del cielo ro comenzaron a desplegarse unas tras otras ante los espantados ojos de su jinete.
III
Cabalgando sobre las nubes, vestidos de luengas tunicas con orlas de fuego, suelta al huracan la encendida cabellera, y blandiendo sus espadas que relampagueaban arrojando chispas de cardena luz, vio a los angeles, ministros de la colera del Senor, cruzar como un formidable ejercito sobre alas de la tempestad.
Y subio mas alto, y creyo divisar a lo lejos las tormentosas nubes semejantes a un mar de lava, y oyo mugir el trueno a sus pies como muge el oceano azotando la roca desde cuya cima le contempla el atonito peregrino.
IV
Y vio el arcangel, blanco como la nieve, que sentado sobre un inmenso globo de cristal,[1] lo dirige por el espacio en las noches serenas, como un bajel de plata sobre la superficie de un lago azul.
[Footnote 1: globo de cristal. The moon. Longfellow thus translates Dante's description of the sphere of the moon in canto II of the Paradiso:
It seemed to me a cloud encompassed us, Luminous, dense, consolidate and bright As adamant on which the sun is striking. Into itself did the eternal pearl Receive us...
]
Y vio el sol volteando encendido sobre ejes de oro en una atmosfera de colores y de fuego, y en su foco a los igneos espiritus[1] que habitan incolumes entre las llamas, y desde su ardiente seno entonan al Criador himnos de alegria.
[Footnote 1: igneos espiritus. These are not elemental spirits (see p.47, note 1), but are either angelic beings of a fiery nature, or the spirits of the blessed in the sphere of the sun, of whom Dante speaks as follows:
Lights many saw, vivid and triumphant, Make us a center and themselves a circle, More sweet in voice than luminous in aspect,
Within the court of Heaven, whence I return, Are many jewels found, so fair and precious They cannot be transported from the realm;
And of them was the singing of these lights. Dante's Paradiso, canto X, Longfellow's translation.]
Vio los hilos de luz imperceptibles que atan los hombres a las estrellas,[1] y vio el arco iris, echado como un puente colosal sobre el abismo que separa al primer cielo del segundo.[2]
[Footnote 1: A reference doubtless to the power of the stars to influence the destiny of man, with which subject astrology concerns itself. Compare—
That which Timasus argues of the soul Doth not resemble that which here is seen, Because it seems that as he speaks he thinks.
He says the soul unto its star returns, Believing it to have been severed thence Whenever nature gave it as a form.
Perhaps his doctrine is of other guise Than the words sound, and possibly may be With meaning that is not to be derided.
If he doth mean that to these wheels return The honor of their influence and the blame, Perhaps his bow doth hit upon some truth.
O glorious stars, O light impregnated With mighty virtue, from which I acknowledge All my genius, whatso'er it be.
Idem, canto's IV and XXII.]
[Footnote 2: primer cielo, segundo. Belief in a series of heavenly spheres, such as Dante describes, has characterized most mystical philosophies.]
V
Por una escala[1] misteriosa vio bajar las almas a la tierra; vio bajar muchas, y subir pocas.[2] Cada una de aquellas almas inocentes iba acompanada de un arcangel purisimo que le cubria con la sombra de sus alas. Los que tornaban solos, tornaban en silencio y con lagrimas en los ojos; los que no, subian cantando como suben las alondras en las mananas de Abril?[3]
[Footnote 1: escala. Dante mentions a similar stairway in canto XXII of the Paradiso, and intimates that the vision of it is disclosed only to true mystics.
He thereupon: "Brother, thy high desire In the remotest sphere shall be fulfilled, Where are fulfilled all others and my own.
There perfect is, and ripened, and complete, Every desire; within that one alone Is every part where it has always been;
For it is not in space, nor turns on poles, And unto it our stairway reaches up, thus from out thy sight it steals away.
Up to that height the Patriarch Jacob saw it Extending its supernal part, whst time So thronged with angels it appeared to him.
But to ascend it now no one uplifts His feet from off the earth...."
Longfellow's translation.]
[Footnote 2: pocas. Because, in comparison with the number of souls born into earthly bodies, but few escape the snares of evil and rise again to their original state of innocence.]
[Footnote 3: Though the idea is somewhat different, there is a certain parallelism in the picture evoked by the closing verses of Rossetti's poem "The Blessed Damozel." The Damozel is represented as waiting for her lover on the ramparts of heaven.
She gazed and listened and then said, Less sad of speech than mild,—
"All this is when he comes." She ceased. The light thrilled towards her, fill'd
With angels in strong level flight. Her eyes prayed, and she smiled.
(I saw her smile.) But soon their path Was vague in distant spheres:
And then she cast her arms along The golden barriers,
And laid her face between her hands, And wept. (I heard her tears.)
]
Despues las tinieblas rosadas y azules que flotaban en el espacio, como cortinas de gasa transparente, se rasgaron como el dia de gloria[1] se rasga en nuestros templos el velo de los altares, y el paraiso de los justos se ofrecio a sus miradas deslumbrador y magnifico.[2]
[Footnote 1: el dia de gloria. Called also Sabado de gloria, 'Holy Saturday.' "During the last two weeks of Lent, the pictures and statues throughout the Catholic Church are covered by a purple cloth and uncovered on Holy Saturday. In parts of Spain this unveiling is effected suddenly by rending them with a spear or lance, so as to reveal all the pictures and statues at the same time." Hence the comparison.]
[Footnote 2: Read Dante's description in canto XXXII of the Paradiso]
VI
Alli estaban los santos profetas que habreis visto groseramente esculpidos en las portadas de piedra de nuestras catedrales; alli las virgenes luminosas,[1] que intenta en vano copiar de sus suenos el pintor en los vidrios de colores de las ojivas; alli los querubines,[2] con sus largas y flotantes vestidura? y sus nimbos de oro, como los de las tablas de los altares; alli, en fin, coronada de estrellas, vestida de luz, rodeada de todas las jerarquias celestes, y hermosa sobre toda ponderacion, Nuestra Senora de Monserrat,[3] la Madre de Dios, la Reina de los arcangeles, el amparo de los pecadores y el consuelo de los afligidos.[4]
[Footnote 1: las virgenes luminosas. Virgin is "one of the titles and grades given by the church, by which are distinguished the choirs of sainted women who have preserved their integrity and purity." Diccionario Enciclopedico Hispano-Americano. Compare—
... de humildes y penitentes confesores, y de aquel coro-mas blanco que la nieve, de virgenes purisimas.
Rivadeneira.
... los estados de los martires, confesores y virgenes cantaron unos los triunfos de los otros.
P. Martin de Roa.
By luminosas is suggested the halo of light that surrounds them, proceeding from their own sanctity and represented in the stained-glass windows.]
[Footnote 2: querubines. Read Dante's description of the heavenly hierarchy in canto XXVIII of the Paradiso. See also p. 47, note 1.]
[Footnote 3: Nuestra Senora de Monserrat = 'Our Lady of Montserrat,' the Virgin as venerated in the famous monastery of this name. "The monastery owes its foundation to the miraculous image of the Virgin, the handiwork of Luke the Apostle, which was brought to Barcelona in the year of our Lord 50, by St. Peter himself. At the time of the Moorish invasion, in 717, the Goths hid it in the hill, where it remained until 880, when Some shepherds were attracted to the spot by heavenly lightd, etc., whereupon Gondemar Bishop of Vique (guided also by a sweet smell) found the image in a cave. Accompanied by his clergy, the good bishop set out on his return to Manresa carrying the holy image with him, but on reaching a certain spot the Virgin obstinately refused to proceed farther; thereupon a small chapel was built over her, where she remained 160 years. The spot where the image first refused to move is still marked by a cross with an appropriate inscription.... A chapel where the image now rests was founded in 1592, and later opened by Philip II in person." Ford, Handbook for Travellers in Spain. The monastery is one of the most picturesquely situated in all Christendom. It stands high up upon the jagged mountain Mons Serratus, or Montserrat, which gives to the monastery its name. See p. 54, note 2.]
[Footnote 4: Compare—
And at that center, with their wings expanded, More than a thousand jubilant Angels saw I, Each differing in effolgence and in kind.
I saw there at their sports and at their songs A Beauty[*] smiling, which the gladness was Within the eyes of all the other saints;
And if I had in speaking as much wealth As in imagining, I should not dare To attempt the smallest part of its delight.
[Footnote *: The Virgin]
Dante's Paradiso, canto XXXI, Longfellow's Translation.]
Mas alla el paraiso de los justos, mas alla el trono donde se asienta la Virgen Maria.[1] El animo de Teobaldo se sobrecogio temeroso, y un hondo pavor se apodero de su alma. La eterna soledad, el eterno silencio viven en aquellas regiones, que conducen al misterioso santuario del Senor. De cuando en cuando azotaba su frente una rafaga de aire, frio como la hoja de un punal, que crispaba sus cabellos de horror y penetraba hasta la medula de sus huesos; rafagas semejantes a las que anunciaban a los profetas la aproximacion del espiritu divino.[2] Al fin llego a un punto donde creyo percibir un rumor sordo, que pudiera compararse al zumbido lejano de un enjambre de abejas, cuando, en las tardes del otono, revolotean en derredor de las ultimas flores.
[Footnote 1: Is there confusion here between the Virgin Mary and the Virgin of Montserrat, or is the throne her ementioned vacant?]
[Footnote 2: Compare "And, behold, the Lord passed by, and a great and strong wind rent the mountains, and brake in pieces the rocks before the Lord; but the Lord was not in the wind: and after the wind an earthquake; but the Lord was not in the earthquake: and after the earthquake a fire; but the Lord was not in the fire: and after the fire a still small voice. And it was so, when Elijah heard it, that he wrapped his face in his mantle, and went out, and stood in the entering in of the cave." I Kings, xix, part of verses 11-13. "And I looked, and, behold, a whirlwind came out of the north, a great cloud, and a fire.... And when I saw it, I fell upon my face, and I heard a voice of one that spake." Ezekiel, i. 4 and 28.]
VIII
Atravesaba esa fantastica region adonde van todos los acentos de la tierra, los sonidos que decimos que se desvanecen, las palabras que juzgamos que se pierden en el aire, los lamentos que creemos que nadie oye.
Aqui, en un circulo armonico,[1] flotan las plegarias de los ninos, las, oraciones de las virgenes, los salmos de los piadosos eremitas, las peticiones de los humildes, las castas palabras de los limpios de corazon, las resignadas quejas de los que padecen, los ayes de los que sufren y los himnos de los que esperan. Teobaldo oyo entre aquellas voces que palpitaban aun en el eter luminoso, la voz de su santa madre, que pedia a Dios por el; pero no oyo la suya.
[Footnote 1: circulo armonico = 'melodious circle.' A rhythmic circling accompanied by song is characteristic of all of the heavenly choirs in Dante's Paradiso. Compare—
Soon as the blessed flame had taken up The final word to give it utterance Began the holy millstone to revolve,
And in its gyre had not turned wholly round, Before another in a ring enclosed it, And motion joined to motion, song to song;
Song that as greatly doth transcend our muses, Our Sirens, in those dulcet clarions, As primal splendor that which is reflected.
canto XII, Longfellow's translation.
As by a greater gladness urged and drawn They who are dancing in a ring sometimes Uplift their voices and their motions quicken;
So, at that orison devout and prompt, The holy circles a new joy displayed In their revolving and their wondrous Song.
Idem, canto XIV.]
IX
Mas alla hirieron sus oidos con un estrepito discordante mil y mil acentos asperos y roncos, blasfemias, gritos de venganzas, cantares de orgias, palabras lubricas, maldiciones de la desesperacion, amenazas de impotencia y juramentos sacrileges de la impiedad.[1]
[Footnote 1: This conception of two distinct places in the other world to which all good words and all evil words go and echo eternally seems to be original with Becquer.]
Teobaldo atraveso el segundo circulo con la rapidez que el meteoro cruza el cielo en una tarde de verano, por no oir su voz que vibraba alli sonante y atronadora, sobreponiendose a las otras voces en media de aquel concierto infernal.
—i No creo en Dios! i No creo en Dios! decia aun su acento agitandose en aquel oceano de blasfemias; y Teobaldo comenzaba a creer.
X
Dejo atras aquellas regiones y atraveso otras inmensidades llenas de visiones terribles, que ni el pudo comprender ni yo acierto a concebir, y llego al cabo al ultimo circulo[1] de la espiral de los cielos, donde los serafines[2] adoran al Senor, cubierto el rostro con las triples alas[3] y postrados a sus pies.
[Footnote 1: ultimo circulo. Becquer follows no particular metaphysical system in his description of the various heavenly spheres.]
[Footnote 2: serafines. The seraphim ('burning' or 'flaming ones') are the highest order in the hierarchy of angels. They are mentioned by Isaiah (vi. 2).
Dante speaks of the seraph as "that soul in Heaven which is most enlightened." Paradiso, canto XXI, Charles Eliot Norton's translation. See p. 47, note 1, and also p. 152, note 1.]
[Footnote 3: cubierto el rostro con las triples alas. Becquer does not follow exactly the Biblical description. "Above it stood the seraphim: each one had six wings; with twain he covered his face, and with twain he covered his feet, and with twain he did fly." Isaiah vi. 2. |
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